Quizás sean estos tres elementos los alimentos excitantes más conocidos por el público en general.
Pero no todo el mundo conoce dónde reside su poder estimulante. En esta entrada intentaré dilucidar este misterio desde el punto de vista químico.
Todo comenzó en el hígado...
Bonito comienzo para un cuento de princesas eh? Siempre que se habla de energía en el cuerpo humano hay que remitirse a este órgano. Aquí los azúcares se almacenan en forma de glucógeno, y cuando hace falta energía inmediata, una señal lo desmonta en glucosas que estaban prisioneras y son procesadas, destruidas y trituradas par obtener energía en el camino. Esto es como rescatar a la princesa para descuartizarla y comérsela.
La clave está en la señal
La señal suelen ser hormonas, como la adrenalina o epinefrina, que en situaciones de peligro se segrega y manda al hígado tirar de las reservas por que hay que correr huyendo del peligro o preparándose para una lucha épica. La hormona no puede entrar en la célula, normalmente son proteínas grandes y oxidantes que si pudieran entrar en la célula destruirían su maquinaria. Por tanto... lo que hace es pegarse a su superficie y generar un segundo mensajero en el interior. El equivalente en nuestro cuento sería entrar en el castillo con el Caballo de Troya.
AMP cíclico.
Y este como podéis imaginar es nuestro segundo mensajero, el caballero que va a rescatar a la princesa (más bien un orco ya que después la va a matar), que inicia una cascada de acontecimientos hasta activar la enzima que desmonta el glucógeno para obtener nuestra glucosa prisionera.
Cuando ya no necesitamos más energía express el AMP cíclico, se concierte en AMP normal y corriente y la cascada de acontecimientos se para.
Y aquí entran nuestros protagonistas
Las metilxantinas, presenten en alimentos como el café (cafeína), el té (teofilina) o el chocolate (teobromina) Evitan que el AMP cíclico deje de serlo, y al mantener los niveles del segundo mensajero, la cascada no se interrumpe, de manera que nos mantiene en un estado de alerta constante, alarga los efectos de la adrenalina, aportandonos energía extra. Como si estuvieramos de forma contínua amenazados por un atracador con una navaja, o un león que lleva sin comer una semana.
La cara B de la moneda es que la energía extra que no gastamos se suele almacenar en forma de grasas en el tejido adiposo alrededor del abdomen generando un bonito flotador en dicha zona. Después de una vida próspera es como deberían acabar todas las princesas que no han sido descuartizadas.
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